lunes, 2 de septiembre de 2013

"#$%&/ 0 y van 2 ...

Nunca he sido buena para la filosofía...soy muy directa... pero en su momento tuve dos grandes maestros llamados Enrique... Enrique Freyre que un día se perdió en un vagón del metro diciendo "no me lo pagues a mi, cuando alguien más lo necesite, se lo pagas a él" y el otro fue un gran amigo llamado Enrique Arias Valencia.

Cuando éramos niños le llamaban "El Ciencia" porque literalmente no podía tener otro nombre... era eso, pura ciencia, donde estando aún en la secundaría y con su portafolio gris, pateado por todos seguía teniendo sus dibujos, los escritos y las ideas de lo que sólo un tonto-genio podrían tener.

Un día entre quesadillas fue el primero en presentarme a Dionisio y regalarme un dragón morado, contarme la historia de los Nibelungos y conocer a Wotan y el primero en revivir todo lo que Nietzsche ya había matado y hacerlo desde la cueva de Platón con música de fondo de Bach y el estruendo de Mozart en un parque lloviendo.

A los 17 empecé con mi colección de raros y se convirtió en un gran amigo, hasta que se enamoró de su Freiya y me dijo que mi belleza era suprema por la imperfección que tiene mi nariz, al discurso lo acompañaron dos rosas de la cuales con una me pique y fue la que le devolví.

Lo volví a ver años después cuando él ya estaba terminando la carrera y yo en vías de empezar y con suma humildad y casi con pena me dijo que le darían una mención honorífica por su desempeño... no hice más que felicitarlo entre silogismos, tollendo ponens y ponendo tollens =D

Lo último que tuve fue un ejemplar de una revista donde escribió que "la evolución de las especies se debía a un buen grado de suerte de no ser aplastado por un Dinosaurio" y hoy que lo encontré de nuevo en la red, me entero que como a los grandes genios que sienten tanto, no podía tener otro final más perfectamente planeado que su propia muerte.

Descansa en paz.